sábado, 9 de marzo de 2019

Reciclaje: Plásticos, agua embotellada y ropa.



Un estudio pone en evidencia cómo crece la gran isla de residuos plásticos que flota entre Hawái y California

La gigantesca isla de basura en el Océano Pacífico está creciendo a gran velocidad, según una nueva investigación publicada en la revista Nature.

De acuerdo al estudio, esta área de residuos que se expande por un 1,6 millones de Km2 —es decir, casi tres veces el tamaño de Francia— contiene cerca de 80.000 toneladas de plástico. Esta cifra es 16 veces más alta de lo reportado anteriormente. Un lugar específico dentro de esta área tiene, además, la mayor concentración de plástico jamás registrada.
"Esto pone de manifiesto la urgencia de tomar medidas para detener la llegada de plásticos al océano y para limpiar el desastre existente".
La basura se acumula en todos los océanos, pero la mancha más grande es la que está en el Pacífico, entre Hawái y California. Esta área de basura es descrita a menudo como una masa o una isla, aunque en realidad es una zona con una gran concentración de plástico que aumenta a medida que uno se aproxima a su centro.

Cantidad "impactante"

Los investigadores utilizaron botes y aviones para mapear esta zona en el norte del Océano Pacífico, donde las corrientes rotativas y los vientos hacen que converjan los desechos marinos, incluyendo el plástico, las algas y el plancton.

Isla de plástico
Foto: (Ocean Cleanup Foundation)

El trabajo, que se realizó a lo largo de tres años, mostró que la contaminación por plástico está "aumentando exponencialmente y a un ritmo más veloz que el agua circundante", dijo el equipo internacional de investigadores. Los microplásticos representan el 8% del total de la masa de plástico flotante. De los 1,8 billones de trocitos de plástico, algunos son más grandes que los microplásticos, incluidos pedazos de redes de pescar, juguetes e incluso un asiento de inodoro.

Isla de plástico


Lo que el estudio descubrió

►Los plásticos constituyen el 99,9% de todos los residuos en esta parte del océano.
►Al menos el 46% de los plásticos son redes de pesca y más de tres cuartos de los plásticos eran pedazos de más de 5 cm, entre los que se incluyen plásticos duros, hojas plásticas y película de plástico.
►Aunque la mayoría de los residuos estaban desmenuzados en fragmentos, observaron un número reducido de objetos: contenedores, botellas, tapas, cintas de empaque, sogas y redes de pesca.
►En 50 objetos pudo leerse la fecha de producción: uno era de 1977, siete de los años 80, 17 de los 90, 24 de la década de 2000 y uno de 2010.
►Solo cierto tipo de basura era lo suficientemente gruesa como para flotar y permaneció en el lugar, como por ejemplo plásticos comunes como el polietileno y el polipropileno, que se usan en los empaques.
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Cada año, millones de toneladas de plástico ingresan en el océano. Algunos pedazos acaban en los grandes sistemas de circulación de las corrientes oceánicas, que se conocen como giros.
Una vez que quedan atrapados en los giros, los plásticos se desmenuzan y quedan convertidos en microplásticos, y así es como pueden llegar a ser ingeridos por criaturas marinas.
"No podemos deshacernos de los plásticos. En mi opinión son muy útiles, en medicina, transporte y construcción. Pero creo que debemos cambiar la forma en como los usamos, sobre todo los que se usan una sola vez y los objetos que tienen una vida útil muy corta" dice Laurent Lebreton.

Hay microplásticos en el pescado, en el agua que bebemos, en la sal, en la miel… Se sospecha que cada año ingerimos miles de micropartículas sin saberlo. Los investigadores han dado la voz de alarma.

Cada año ingerimos alrededor de 11.000 partículas de microplásticos, según investigadores de la Universidad de Gante, en Bélgica. Han sido hallados en el agua potable, del grifo y embotellada; en la sal, en pescados y mariscos, en cervezas y en la miel. «Es inevitable. Estas partículas ya están en el ambiente. De hecho, sospechamos que se encuentran en todos los alimentos», asegura María Íñiguez, ingeniera química e investigadora de la Universidad de Alicante, que ha comprobado la presencia de microplásticos en la sal de cocina.

Bomba tóxica


«Aunque no sepamos directamente los efectos acumulativos sobre la salud, las investigaciones nos llevan a creer que los microplásticos que ingerimos son una pequeña bomba tóxica», afirma Elvira Jiménez, responsable de la Campaña de Océanos en Greenpeace España. El hecho de que el plástico ejerza una preocupante atracción hacia otros venenos es lo que justifica esta sospecha. Es decir, al microplástico se le pegan hidrocarburos o metales pesados, que se suman a las toxinas que la mayoría de los plásticos ya desprende. El bisfenol A (BPA), el polibromodifenil éteres (PBDE) o los ftalatos, por ejemplo, son compuestos capaces de causar desequilibrios en el sistema hormonal en concentraciones muy bajas, que afectan sobre todo al sistema reproductor.
El daño causado a mariscos y pescados, de hecho, ya está comprobado. «Se mueren atragantados, por dilaceraciones internas o porque los aditivos pegados a ellos pueden ser liberados durante la ingestión y producir toxicidad», explica Luis Francisco Ruiz-Orejón, investigador del Centro de Estudios Avanzados de Blanes, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Los animales marinos ingieren microplásticos porque son filtradores -caso de mejillones, ostras, almejas o navajas- o porque los confunden con alimento, como ya se ha detectado incluso en grandes pescados como el atún o el pez espada. Los comen ellos y, por lo tanto, los comemos nosotros.

También son microplásticos las fibras sintéticas -el acrílico libera cinco veces más fibras que el poliéster– que, lavado tras lavado, acaban yendo al medioambiente: alrededor de 700.000 partículas por cada ciclo de la lavadora. O el polvo de los neumáticos (20 gramos por cada 100 kilómetros que conducimos); o la pintura de las casas, de los barcos o de las marcas en la carretera, que se van convirtiendo en polvo y representa alrededor del 10 por ciento de la contaminación por microplásticos en los océanos.
Todo eso va a parar, por cierto, al agua que bebemos, sea del grifo o embotellada, como han constatado científicos de la Universidad Estatal de Nueva York y de la Universidad de Minnesota tras analizar 194 muestras recogidas en grandes ciudades de cinco continentes. En Dinamarca, una investigación de la Universidad de Aarhus ha detectado una media de 18 piezas de microplástico en cada litro de agua potable recogida en hogares de Copenhague.

Almacén marino


Estudios recientes, de hecho, estiman que en el Mediterráneo se concentra entre el 20 y el 50 por ciento de los microplásticos en los océanos. «Es una cuenca casi cerrada cuyo proceso de renovación del agua tarda alrededor de cien años. Esto es, todo lo que llega se queda ahí», explica Elvira Jiménez, la portavoz de Greenpeace, organización que forma parte de Break Free From Plastic, una alianza global de más de 900 ONG que lucha para que se reduzca la producción de envases de un solo uso de este material. «Este es un problema global y la responsabilidad es compartida, por lo tanto, requiere una acción global y no podemos esperar que cada país tome sus iniciativas», afirma Jiménez.

¿Cuánto tarda en descomponerse el plástico en el mar?


Los tapones


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Muchos no llegan a descomponerse: flotan en la superficie marina, donde se alimentan muy diversos animales.


Las redes


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El plástico tiene un proceso de degradación muy lento. Las redes de pesca necesitan 600 años para lograrlo.


Las botella


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Las botellas tardan 500 años en descomponerse. Los ecologistas denuncian que el 80 por ciento no se recicla.


Las bolsas


Green plastic bag isolated on white.

Una directiva de la UE obliga desde hace dos años a reducir su uso. Tardan 55 años en descomponerse.


Los contenedores


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Los contenedores de plástico, así como los productos pesados, se hunden en el fondo marino y lo contaminan.

Razones para no comprar agua embotelada.


Comprar agua embotellada, conlleva un impacto medioambiental que no imaginamos, ya que tenemos la idea de que el agua embotellada es más saludable que el agua corriente. Asociado a cada botella que consumimos, hay una producción y reciclado de las botellas y etiquetas, embotellado y transporte del producto hasta su destino final. Desgraciadamente, en muchos lugares, beber agua del grifo de forma habitual no es recomendable por la cantidad de cal disuelta que contiene, y no queda otra alternativa que el agua embotellada.
Uno compra agua embotellada porque es saludable, ¿no? Es al menos como nos la venden en los avisos con paisajes montañosos, bosques, gente haciendo yoga, etc. Pero el agua embotellada es sólo agua, no tiene nada especial, es sólo agua potable. Pero con el dinero que se gasta anualmente en el mundo en agua embotellada, que en ocasiones puede incluso ser tóxico por el prolongado contacto con el plástico, los procesos de producción y obtección (ver articulo en mi sección de documentales sobre la plusvalia y la estafa del agua embotellada, por no hablar de su privatización) y el gasto que genera tanto plástico tirado a la basura, se podrían mejorar el agua pública y así no tener la necesidad de comprar agua en botellas de plástico.

¿De que material debe ser mi botella de agua reutilizable?


De cristal

El cristal es un material muy adecuado, ya que no reacciona en contacto con los alimentos, es reciclable, transparente y fácil de limpiar. Con una botella reutilizable de cristal puedes estar seguro que el agua que albergue no adquirirá ningún sabor de nada, siempre será igual que cuando la incluiste en el recipiente.
El problema puede ser su peso y fragilidad. Para ello muchas marcas, como esta botella de MIU Color incorpora una funda de silicona muy cómoda de llevar y que la hace resistente y perfecta para la vida diaria, viajes o deporte. Además, cabe indicar que la silicona no contiene BPA y aísla del calor.



Botella De Agua CMXING de acero inoxidable
Acero inoxidable

La característica principal de las botellas de agua hechas de acero inoxidable es que mantienen los líquidos fríos o calientes mucho más tiempo que las botellas de plástico o de vidrio y tampoco contienen BPA.



Botella de silicona flexible Nomader
Silicona

Si tu problema es de espacio en la bolsa del gimnasio o en tu equipaje para salir de viaje debes elegir una botella de silicona como esta de Nomander. Robusta y cómodo para beber, se pliega completamente para viajar y además se puede llevar como muñequera si se practica deporte.
Además, es lo suficientemente resistente para sobrevivir a las caídas gracias a su cuerpo de silicona flexible e irrompible, lo que garantiza que te mantengas hidratado durante tu viaje o actividad sin sorpresas.
Elimina fugas y derrames con una tapa de rosca patentada, que funciona como una tapa de salida higiénica para mantener la boquilla libre de gérmenes
Es apta para bebidas frías y calientes, y, por supuesto, libre de BPA, plomo, látex y otros químicos dañinos.



Reciclar ropa: consumo sostenible.


A la hora de adquirir ropa, el mercado tradicional nos ha querido inculcar la fórmula del usar y tirar. Es decir, muchas veces nos deshacemos de las prendas que hace no tanto tiempo que hemos comprado y, casi de inmediato, acudimos a las tiendas y los centros comerciales con el objetivo de reemplazarlas por otras.

Reciclaje de ropa y medio ambiente. ¿Qué relación tienen?

Casi toda la ropa que llevamos puesta está elaborada a base de cuatro materiales: algodón, lana, seda o fibras sintéticas. Los tres primeros se obtienen de forma natural, y el cuarto es un derivado del petróleo. Independientemente del origen del material, la fabricación de ropa es un proceso que supone prácticas que pueden perjudicar el medio ambiente, por ejemplo, la producción de tintes, los recubrimientos, el blanqueo y la mercerización.
En el caso de las fibras sintéticas como el nylon, el perlé o la lycra, su fabricación tiene un efecto en la atmósfera, pues son el resultado de procesos químicos complejos derivados de la extracción y el tratamiento del petróleo. Además, fabricarlas en exceso contribuye al agotamiento de este recurso.
De ahí la importancia de reutilizar la ropa que ya no usemos o que haya dejado de ser útil en nuestro armario. Hacerlo supone un menor impacto medioambiental, pues además de evitar procesos industriales complejos, también contribuye al ahorro de agua y energía y a una menor producción de residuos. ¡Tenlo en cuenta!
En el fondo, se trata de modificar nuestros hábitos y adoptar un modelo de consumo responsable, es decir, que rompa con el consumo masivo y genere conciencia sobre los beneficios medioambientales de nuestros actos.
Razones:
  • El reciclaje de ropa reduce la emisión de gases a la atmósfera
  • Disminuye el vertido de aguas residuales
  • Evita el cultivo excesivo de textiles y la producción desmedida de estos
  • Reduce el uso de fertilizantes y sustancias químicas
Según un estudio de la Iniciativa de fibras circulares y la Fundación Ellen MacArthur (Una nueva economía textil: Rediseñar el futuro de la moda), cada segundo es depositado o quemado el equivalente a un camión de basura de textiles. El informe concluye que se pierde un valor estimado de 426.000 millones de euros anuales debido a la ropa que apenas se usa y rara vez se recicla. Y no menos importante es el impacto ambiental de este montón de ropa: el textil libera medio millón de toneladas de microfibras en el océano cada año, lo que equivale a más de 50.000 millones de botellas de plástico.


¿Qué podemos hacer para reducir el impacto de nuestras ansias de comprar ropa? “Tirar siempre nuestras prendas viejas a contenedores especiales para el reciclaje de residuos textiles, sean de la entidad que sean”, responde Pedro Andrés, presidente de la Asociación Ibérica de Reciclaje Textil (Asirtex). Incluso los calcetines agujereados. El problema de este creciente residuo es que “una vez lo tiramos en el contenedor de la basura convencional, ya es irrecuperable”, se lamenta Andrés.
En la actualidad solamente el 18% de los residuos textiles (entre los que se incluye ropa, zapatos y complementos) son reciclados, según el presidente de Asirtex. Este porcentaje está muy lejos del objetivo del 50% planteado para el año 2020 y contemplado en el Plan Estatal Marco de Gestión de Residuos 2016-2022 (PEMAR). Andrés estima que para esa fecha España no se llegará ni al 25%.
“La mayor parte de las prendas que acaban en un contenedor de selección de textil son exportadas para su venta en países donde se compra ropa de segunda mano, pero cada vez son menos”, se lamenta el presidente de Asirtex. “Sólo el 1% va para beneficios sociales”, asegura, una realidad que dista mucha del pensamiento popular.
La ropa recuperada pero que ya no puede tener una segunda vida es reciclada y reconvertida en nueva materia prima, ya sea para la producción de trapos de limpieza, para la elaboración de textil nuevo o para otros usos distintos que no tienen nada que ver con la confección, como la generación de materiales aislantes.
El informe de la Fundación Ellen MacArthur presenta una visión más ambiciosa para el textil basado en los principios de la economía circular, en la que se minimiza la extracción de nuevos recursos así como la generación de residuos. Para ello es necesario que toda la industria se una detrás de este nuevo modelo en el que la ropa dure más, se use más, se pueda alquilar, reparar, revender y reciclar fácilmente. El presidente de Asirtex también insta a que se haga pagar a la industria textil por contaminar, como ya sucede con otros sectores.
A la espera de esta transformación, si tienen que hacer limpieza de armarios ya lo saben: la ropa, a su contenedor propio.