BLOQUE 1: ESCÉPTICO HASTA CIERTO PUNTO
“Quienes mejoran el conocimiento natural se niegan a reconocer la autoridad como tal. Para ellos, el escepticismo es la más alta de sus funciones; La fe ciega es el único pecado imperdonable.” Thomas Henry Huxley
Según Hume, quien vive de las rentas de sus escritos, tanto el ignorante como el filósofo se encuentra despreciados en la sociedad, y se valora el término medio entre estos dos extremos: el gusto por la vida social, los libros y los negocios.
Distingue entre pensamientos o ideas, y las impresiones, percepciones más intensas transmitidas por los sentidos. La idea de un dios surge de la ampliación de todas las operaciones de nuestra mente y aumentar indefinidamente todas las cualidades que consideramos buenas y sabias. Asume que un corazón egoísta no conoce la amistad, ciertamente dando mucho por sentado, y también que puedan existir seres que pudieran poseer facultades que ni nosotros concebimos.
La metafísica de Hume depende de la naturaleza racional del hombre. Se pregunta si la existencia de una causa del mundo es suficiente para demostrar a una divinidad que exista y lo haya creado. Es racional pensar que la existencia es una realidad independiente de nosotros que está más allá de nuestras posibilidades de conocimiento, pero ello no es causa ni necesidad de relatos de los que no podemos asegurar nada. Las ideas abstractas son precisamente por ello débiles y oscuras, y que nos pueden llevar fácilmente a la equivocación o error, mientras las impresiones son fuertes y vivaces, son base junto a las evidencias y las pruebas de certezas. Muchos términos filosóficos tienen base en ideas, y cuando estas no nos conducen a ninguna impresión, Hume nos advierte de sospechar sobre ellas. Las ideas innatas son originales y no copiadas, pero las ideas son copias de nuestras impresiones, ergo nuestro conocimiento solo puede sustentarse en la experiencia.
Las ideas acaban asociándose unas con otras, formando concepciones o dogmas, que dan paso a tradiciones y creencias. Hume intenta clasificarlas según esta conexión en por semejanza, contigüidad en tiempo o espacio y causa o efecto.
Estas asociaciones pueden llevarnos al error, a creencias equivocas en un intento de encontrar explicación a lo desconocido, y cuando examinamos estas creencias, podemos hacerlo desde el conocimiento vigente y adquirido, esto es, desde nuestras limitaciones y capacidades y, sea el caso, desde dos puntos de vista opuestos: La creencia o el escepticismo. Hume expone dudas acerca de las operaciones de entendimiento, quiere mediar entra la creencia irracional y el escepticismo radical.
Para atacar el escepticismo radical, a las relaciones de ideas le atribuye la geometría, el álgebra y la aritmética, toda afirmación que es intuitiva o demostrable. No son de las mismas maneras averiguadas las cuestiones fácticas, que pueden presentar contradicciones. El conocimiento por ejemplo de que luz y combustión son efectos colaterales del fuego no se puede alcanzar por razonamientos a priori, pues son objeto de la experiencia. Nadie podría imaginar muchos de los efectos de la ciencia a priori, pues son objetos de la experimentación como medio de comprobar las reacciones de diversos elementos de las que de otra forma no conoceríamos sus reglas de comportamiento con otros elementos. Nadie puede asegurar los beneficios de las medicinas así como la toxicidad de los venenos sin tener antes las evidencias de sus efectos. El efecto es totalmente distinto a la causa y solo a través de la experiencia logramos captarlo, de otra forma es arbitrario, no hay pues, representación a priori.
El ser humano se esfuerza en reducir la producción de la naturaleza a una mayor simplicidad, apoyándose en analogías, experiencia y observación, pero no encuentra explicación a las causas. La geometría nos asiste en hacer funcionar las leyes que creamos de la naturaleza, pero igualmente esa ley se debe a la experiencia, y los pensamientos abstractos no son los que nos dan el progreso.
La naturaleza nos oculta los poderes y principios que la forman, ni sentidos ni razón pueden informarnos de que es adecuado como alimento o que nos mantiene sanos. Los sentidos nos pueden engañar, la falta de razón matar. Los razonamientos se dividen en morales o demostrativos y de hecho o existenciales. Lo que es inteligible no puede ser a priori falseado, necesitamos ser convencidos de algo con argumentos basados en la evidencia real, pues todos los argumentos se basan en la relación causa-efecto, es decir, de la experiencia, todos nuestros argumentos se basan en semejanzas con objetos de la naturaleza. Vanamente se pretende conocer la naturaleza a través de la experiencia pasada, esta puede cambiar sin que se produzca alteración alguna en sus cualidades, pues sigue siendo secreta para nosotros. Debemos ser conscientes de nuestra ignorancia.
La acción y la vida invalidan un escepticismo extremo cuya aplicación práctica seria la inacción, pero el escepticismo es aceptable para limitar las especulaciones más allá del hombre o su inteligencia. Las dudas que ponen en peligro la ciencia y la razón, intenta Hume resolver, exponiendo argumentos bastante anticapitalistas y afeando una vida basada en la opulencia, algo que también se menciona en su obra “Of the jealousy of trade”, y lo hace exponiendo el estudio de la vanidad de la vida humana, del encaminamiento del pensamiento humano al carácter vacío y transitorio de riquezas y honores. La filosofía de la duda y la suspensión del juicio, el escepticismo, renuncia a las especulaciones de lo desconocido, es la más contraria a la arrogancia y pretensiones crédulas. Oponiéndose a tantos vicios y locuras, granjea así numerosos e irracionales enemigos. Pero la naturaleza prevalece sobre el razonamiento abstracto.
La costumbre o el hábito es la repetición de un mismo acto, también guía nuestros razonamientos, es guía útil, nos obliga a esperar en el futuro una serie de acontecimientos similares a los del pasado. ¿Cuál es la diferencia pues entre ficción y creencia? Podemos unir la cabeza de un hombre al cuerpo de un caballo, pero no es razonable creer que tal ser haya existido en realidad. La representación que acompaña un sentimiento o sensación es distinta a las divagaciones de la fantasía, así como imaginar eventos basados en experiencias previas o crearlos mezclando imaginación y deseos o fantasías. Pero es imposible que imaginación pueda alcanzar a creencia, pues esta no existe en la naturaleza, sino en las experiencias de que dispone la mente. La creencia surge de la relación causa-efecto. Esbozamos los objetos de la fe con símbolos e imágenes sensibles, y los hacemos más presentes, como con la imagen de aquel amigo que ya no está, pero que preferimos ver en persona. Los objetos sensibles tienen mayor influjo sobre la imaginación que cualquiera de otra clase, los da mayor vivacidad.
Personas supersticiosas tienen mayor apego a reliquias e imágenes que avivan su devoción. Las creencias de objetos no pueden suscitar esas mismas creencias si no creemos que esos objetos existan. Según Hume, la costumbre es el principio de conducta necesaria para nuestra supervivencia, pues nos reconforta en relatos y objetos simbólicos en los que podemos creer o no donde recuperarnos de nuestras inseguridades, revivir sentimientos de alegría y esperanza pasados, pero debería hacerlo de igual manera la memoria, pues la costumbre en una sociedad se limita a sucesos que no tienen base en el sujeto sino en la comunidad y en sus creencias de la que solo conocemos una continuidad, y que pueden ser volubles a cambiar según determinadas circunstancias destruyendo identidades hasta entonces formadas o haciéndolas adaptarse y evolucionar a la siguiente etapa de actualización.
Contra el escepticismo, Hume utiliza también la probabilidad, y explica que el azar no es más que la ignorancia de los acontecimientos o causas reales que engendran un suceso o creencia. Cuando la probabilidad aumenta se genera un mayor grado de creencia. Hay causas que son absolutamente uniformes y constantes en la producción de eventos, como que el fuego quema, pero cuando por ejemplo, una medicina, deja de tener su efecto habitual, los filosóficos atribuyen esa irregularidad a causas secretas, no a la naturaleza.
Un desconocimiento original de la causas es la que nos lleva a creencias y tradiciones, pero cuando más aprendemos de la naturaleza y descubrimos parcialmente sus secretos, más innecesaria se vuelven estas para el filósofo, y por tanto mayor escéptico se vuelve él. Sin embargo, para Hume el escepticismo es cuestionar toda la creencia, por muy sólidas que estas parezcan, y a esto lo compara con la ignorancia y credulidad del vulgo, lo opuesto. Como Aristóteles defenderá un término medio, algo que muchas ocasiones le ha acarreado la etiqueta de conservador, ya que no aboga por un cambio de sistema o creencias a otros más racionales o justos, sino que se pliega a lo establecido como un mal menor, quizás también influido por esa costumbres que llegó a defender como estabilidad de la sociedad y el miedo a posibles censuras pues, recordemos, Hume no era un aristócrata con mayores libertades que las de vivir de sus trabajos.
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