viernes, 19 de abril de 2019

Filosofía contra el miedo a la soledad y a la muerte.


La soledad es uno de los "males" que acecha a la sociedad contemporánea, a tal punto que en Reino Unido se volvió un asunto de Estado.

La primera ministra británica, Theresa May, anunció enenero de 2018 la creación de un Ministerio de la Soledad.

Al frente de ese organismo fue nombrada Tracey Crouch, quien deberá lidiar con una problemática que afecta a 9 millones de personas en ese país (el 13,7% de la población total) y tiene consideracion de enfermedad de auge mundial.

¿Que hacer con las personas que ya no son útiles para el sistema?¿Cuando dejamos de ser útiles?¿Nuestra vida solo tiene sentido cuando servimos-consumimos?¿Es nuestro comportamiento el motivo de nuestra soledad?¿diferenciamos entre soledad, abandono, aislamiento e intimidad?¿Estamos perdiendo nuestra humanidad y ser a costa de creencias?

Esto sucede, paradójicamente, en tiempos de la hiperconexión que proporcionan internet y las redes sociales.

La mayor soledad es la de dos.

Pero veamos el concepto histórico de la soledad desde el punto de vista de los pensadores, a menudo los mas afectados, voluntaria o involuntariamente, por ella.
El ascetismo emplea el desapego de pensamientos y sensaciones para lograr una mayor independencia espiritual y vida interior más rica, a través de la contemplación de la naturaleza y la soledad, física y espiritual.

Algunos ascetas dieron pie a cultos (Buda Gautama), corrientes filosóficas fundidas con creencias (Lao-Tsé); o atrevidas interpretaciones que serían declaradas heréticas (Prisciliano, primer hereje ejecutado por Roma, y su visión gnóstica del cristianismo), o que serían “adaptadas” para evitar “cismas” (Francisco de Asís y la “transformación” de su orden tras su muerte).


La rica escala de grises del eremitismo

El ascetismo, la meditación, la contemplación o el anacoretismo son métodos de introspección usados desde tiempos inmemoriales para profundizar en el sentido de la vida a través del propio cultivo interior.

Abstenerse de la adaptación hedónica de los placeres materiales y evitar el dictado de los impulsos forma parte de la base de la filosofía de vida de corrientes clásicas como el estoicismo; como el taoísmo, el estoicismo busca un equilibrio entre la frugalidad y la abundancia, un “camino medio”.
Los ascetas, al contrario, prefieren abstenerse por completo de los placeres materiales, algo que también propugnaría la escuela cínica en la Grecia clásica.

Ermitaños que cambiaron la historia y anacoretas anónimos

Más allá de los ermitaños que cambiaron la historia, los considerados apestados, los ejecutados, los olvidados o los que padecieron algún tipo de discriminación, la contemplación no siempre requiere la seclusión estricta, un retiro voluntario de la sociedad para vivir en escrupulosa soledad física.
Hay pensadores que sostienen que la soledad y la contemplación, aunque no estrictas, pueden practicarse, en sentido figurado y espiritual, sin abandonar la sociedad, ni siquiera dejar de vivir en una gran ciudad. Este tipo de ascetismo consistiría en practicar la introspección.

La muerte de Sócrates (La Mort de Socrate) es una pintura de 1787 realizada por el artista francés Jacques-Louis David

El primer anarquista individualista: Sócrates

Abundan las corrientes de pensamiento que sugieren que, desde sus orígenes, el ser humano ha buscado, a través del aislamiento voluntario, la manera de profundizar en el conocimiento interior y el sentido de la vida.

Sócrates destiló las gemas de pensamiento de sus predecesores y relacionó la filosofía de vida con la ética, el conocimiento interior y el uso de la razón, en contraposición a la ignorancia. Para él, la seclusión era un modo de contemplación laxo, compatible con la vida en la polis.

Para suerte de Occidente, Platón fue alumno de Sócrates, y Aristóteles discípulo de Platón. Después de Aristóteles, las distintas escuelas filosóficas enseñaron a vivir a sus conciudadanos siguiendo las recetas eudemónicas de los tres maestros: contra el hechicerismo y la ignorancia, que generan populismo, frustración y miseria, hay que cultivarse y conocerse a uno mismo, propugnaban.

Escuela cínica: riesgos de ser más papista que el papa

Los cínicos llevaron la doctrina socrática hasta sus últimas consecuencias, considerando que la felicidad procedía de la vida sencilla y acorde con la naturaleza, despreciando riquezas, comodidades materiales y considerando la civilización como un mal.

Discípulo de AntístenesDiógenes de Sinope vivió como un vagabundo de Atenas y dormía en una tinaja. Antístenes había sido a su vez pupilo de Sócrates. Entendió la seclusión como el rechazo a la sociedad de su época, de la que él mismo se expulsó voluntariamente. Un ascetismo social, ejercido entre la muchedumbre.

Como Platón y Aristóteles, el estoicismo interpretó a Sócrates con moderación, rechazando tanto el hedonismo propuesto por Arístipo y Epicuro, que veían en los placeres cotidianos el camino a la felicidad (indulgencia sensual) y evitando emular a Sócrates en sentido estricto (auto-mortificación).

El camino medio: contemplación sin abandonar la sociedad

Los estoicos optaron por lo que el budismo y taoísmo llaman el camino medio, existencia entre los extremos de la indulgencia producida por la gratificación de los instintos y la mortificación de la vida en la más absoluta pobreza material y soledad. El desapego entre el cuerpo y la mente debía conducirse sin buscar el padecimiento gratuito.

Coincidencia o no, las filosofías de vida clásicas compartieron lo básico con el zoroastrismo de Asia central y el pensamiento oriental (taoísmo, confucianismo, budismo, hinduismo). En el creciente fértil y el Próximo Oriente, las religiones abrahámicas también se inspiraron y convivieron con el pensamiento platónico.

La búsqueda del “tao”, o camino medio basado en la vida virtuosa y de acuerdo con la naturaleza, suena sospechosamente parecida a la receta de los estoicos, discípulos del eudemonismo de Aristóteles: se alcanza, según esta corriente clásica, el bienestar o “tranquilidad” (felicidad serena y duradera, realización, etc.) con una vida virtuosa basada en el uso de la razón y de acuerdo con la naturaleza.

Cambia el nombre, se respeta la esencia

En el taoísmo, el “tao” es el flujo de la naturaleza con el que debemos alinearnos; en el budismo, es el mencionado “camino medio”; en el confucianismo, es la armonización con el cosmos, que hay que perfeccionar con la introspección y el estudio.

Las diferencias estriban en cómo avanzar en la introspección: el confucianismo cree en la sociedad, mientras el taoísmo aboga en la ética surgida de la naturaleza y el universo.

En la Grecia clásica, se produjo el mismo cisma entre pensamientos relacionados. Sócrates criticaba la sociedad, que corrompía a los jóvenes con las delicias de la gratificación de los instintos; mientras tanto, Aristóteles definió a los humanos como animales sociales.

La soledad y la contemplación propulsan este bienestar introspectivo, en cualquier caso, sea practicando la contemplación y el estudio en sociedad, o viviendo ajenos a ella: del caminante taoísta al filósofo eremita (druidismo de personajes como Prisciliano), el filósofo estoico (Séneca), o el filósofo ilustrado (Rousseau, por ejemplo), miran hacia el interior.

Una filosofía de la soledad

Lao-Tsé, ZhuangziHeráclitoEpictetoMarco Aurelio,
RousseauWordsworth: en todos ellos, la receta del bienestar duradero es coincidente. Introspección, uso de la razón como virtud y vida de acuerdo con la naturaleza.

Lo expone John Cowper Powys en su ensayo de 1933 A Philosophy of Solitude, un libro que su autor definió como un “corto libro de texto con los diversos trucos mentales a través de los que que el alma humana puede obtener la felicidad… felicidad razonable bajo el peso normal del destino humano”.
En muchos aspectos, A Philosophy of Solitude es un libro para todos los públicos de una filosofía de vida universal, occidental y oriental: introspectiva, virtuosa y atenta a la naturaleza.

Guía de la buena vida

Si el ensayo contemporáneo de William B. Irvine Guide to the Good Life resume la filosofía de vida estoica, el ensayo de Powys bebe de las mismas fuentes, pero tiene una vocación universal, apasionada, druídica, propia de un panteísta convencido y no de un pragmático profesor de filosofía como Irvine.

Filosofías de vida y creencias compartían en la Antigüedad una receta: el uso de la meditación, la contemplación, el ascetismo y la seclusión, entre otras técnicas introspectivas, o de mirada interior, para avanzar en el conocimiento interior.

Para la filosofía clásica, este conocimiento introspectivo conducía a la felicidad, el bienestar, la tranquilidad u objetivos similares; para creencias, o corrientes en ocasiones perseguidas por movimientos religiosos, occidentales (como el gnosticismo dentro del primer cristianismo), u orientales (budismo, etc.) el conocimiento interior se relacionaba con el misticismo o algún tipo de elevación espiritual.

Introspección, mesura, vida sencilla, apreciar lo que uno tiene

El logro y elegancia de Sócrates consiste en su síntesis del origen del bienestar humano y cómo conseguirlo: “el secreto de la felicidad, ya ves, no se encuentra en buscar más, sino en desarrollar la capacidad de disfrutar menos”.

Para Sócrates, el cultivo introspectivo, aprender, conocerse a uno mismo cada vez mejor, es una condición suficiente para el bienestar duradero. El conocimiento puede adquirirse, y también la virtud, que a su vez se adquiere con la introspección.
Mirar hacia dentro es, dice Sócrates “areté” o conocimiento: virtud, bondad, bienestar, luz.

Los peligros de la ignorancia, fuente del populismo

Por el contrario, evitar la contemplación o el pensamiento crítico interior conduce, dice el pensamiento eudemónico y sus derivados (como el estoicismo, que a su vez influyó en los teólogos cristianos más influyentes), a la ignorancia, para Sócrates sinónimo de maldad, mezquindad, desperdicio, vida a la deriva.

“Amigo mío… preocúpate por tu psique… conócete a ti mismo, pues una vez nos conocemos, podemos aprender cómo cuidar de nosotros mismos”. En lugar de encomendarse a fuerzas incontrolabes ajenas a su propia mente, Sócrates y sus discípulos profundizaron, como los ascetas de las principales religiones, en la respuesta interior.

No es casual que muchos de los polímatas y “mentes renacentistas” de todos los tiempos practicaran, periódicamente o en algún momento de su vida, la soledad voluntaria, ya fuera en forma de seclusión ascética, heremirismo en algún lugar apartado, etc.

El prestigio perdido de la introspección

En la actualidad, soledad y ascetismo han adquirido una connotación negativa: ausencia de actividad, letargo, ociosidad sin ton ni son, aislamiento, sociopatía, etc. No siempre fue así.
El cultivo interior y la contemplación nos preparan para una vida más plena, con nosotros mismos y nuestro entorno, ya que experimentar la restricción, decían eudemónicos y estoicos, entre otros, nos hará luego apreciar con mayor claridad lo que ya tenemos.

William B. Irvine explica en su ensayo sobre la práctica en la actualidad del estoicismo como filosofía de vida, Guide to the Good Life, cómo el estoico Musonio Rufo, por ejemplo, experimentaba privaciones e incomodidades, icluyendo la seclusión, para disfrutar después hasta de las comodidades más humildes.

Mirada interior moderada

La interpretación contemporánea del ascetismo abandona los extremos de la seclusión o el eremitismo estricto, o la radicalidad de la escuela cínica, más celosa de las enseñanzas de Sócrates que el propio Sócrates.

En cambio, explora lo que para taoísmo, budismo y confucinanismo es el camino medio (moderación), y para el estoicismo o determinadas interpretaciones de las religiones abrahámicas es la búsqueda de la tranquilidad a través de la introspección y la contemplación.

Esta visión menos radical del ascetismo hunde sus raíces en el romanticismo y el idealismo del siglo XIX y principios del XX, con pensadores y escritores como Rousseau, Goethe, Thoreau, Emerson, Tolstói y Rilke, entre otros. En estos pensadores el taoísmo y las otras filosofías orientales se funden con la introspección propugnada por los clásicos, a través del uso de la razón y la interpretación panteísta del entorno.


Soledad y pensamiento

Decia Henry David Thoreau: “Nunca encontré un compañero tan sociable como la soledad. Estamos en la mayoría de los casos más solos cuando viajamos entre los hombres que cuando permanecemos en nuestra estancia”.

Y también de Thoreau: “El pensamiento es el escultor que puede alumbrar la persona que quieres ser”. O el poeta Rainer Maria Rilke, evocando a Sócrates (o sus sucedáneos Aristóteles o Séneca), Gautama Buda, Lao-Tsé o Confucio: “El único viaje es el realizado hacia el interior”.
John Cowper Powys, cuya obra influyó, entre otros en Henry Miller, echó en falta una filosofía de vida fundamentada en la introspección, en un momento histórico de manipulación sistemática de la opinión pública.

Un ensayo de 1933 sobre filosofías de vida e introspección

En A Philoshophy of Solitude, Powys, un galés que se había afincado en Estados Unidos y cuya obra de ficción y ensayo estaba influida por el idealismo romántico y el trascendentalismo de Emerson, Thoreau y Whitman, muestra su preocupación ante lo que consideraba nueva esclavitud de Estados Unidos: su “dependencia de la última tecnología”.

Era 1933, en plena Gran Depresión. Powys escribe: “La única cosa que realmente nos puede ayudar es una filosofía mucho más definitiva y tajante… una introspección real, dura, formidable, no retórica”. Veía, como otros intelectuales de la época, que las dificultades económicas alimentaban el populismo y su solución era una mirada interior honesta.

La evocación del paisaje galés y el idealismo romántico de la obra de los trascendentalistas estadounidenses de mediados del XIX, con Thoreau y su experiencia ascética en Walden en cabeza, llevaron a John Cowper Powys -que vivió en Nueva York durante décadas- a preguntarse hacia dónde iba la sociedad urbana y desarraigada de las grandes metrópolis, sobre todo en momentos de dificultad.

La época en que los populistas se pusieron las botas

Powys no veía la salvación en el marxismo, ni mucho menos en el populismo que sentaba en Europa las bases del desastre que culminó con la II Guerra Mundial, el Holocausto y las deportaciones y asesinatos en masa de Stalin.

Para él, el individuo necesitaba recuperar la capacidad de asomarse a su interior, el poder de la introspección. La soledad es un estado social, psicológico e intelectual necesario, escribía.
El tumulto de la masa, percibía él mismo en primera persona al pasear por la deprimida Nueva York de los años 30, requiere un contrapeso o será tan sencilla de movilizar para empresas nobles como catastróficas, como el propio Powys certificaría, horrorizado, en esa misma década. Volvió a Gales y decidió vivir según la receta estoica y panteísta, cultivando la virtud a partir del uso de la razón, en una existencia sencilla y de acuerdo con la naturaleza.

Contemplación de la naturaleza

Su propuesta filosófica para un mundo a la deriva y presa de los populismos, partía de la lectura de los clásicos de todos los tiempos de las tradiciones oriental y occidental, resumidos en el común denominador entre socráticos, eudemónicos, estoicos, taoístas, budistas zen, confucianistas: introspección y vida de acuerdo con la naturaleza.

Los grandes metafísicos del pasado, no obstante, “son demasiado abstractos y técnicos para la mente común. Son demasiado morales, demasiado idealistas, demasiado puros de mente”, sentencia John Cowper Powys en A Philosophy of Solitude.

Asimismo, Powys profundiza en el sentido de la contemplación de la naturaleza, que él relaciona como lo que llama “elementalismo”, una filosofía de la soledad que tiene ecos de meditación oriental. Algo que no sorprende ahora, pero su ensayo fue escrito en los años 30.

La interconexión fundamental: precursores de la hipótesis de Gaia

Con respecto a este elementalismo próximo a la ausencia de pensamiento y a la sabiduría profunda que conecta lo más profundo del individuo con su entorno, Powys escribe:
“El alma que se ha recreado en la soledad ha ganado algo de la humildad de la hierba, las rocas, los vientos. Todo lo que existe es santo para ella; y ella se da cuenta, instruida por las innumerables voces de la naturaleza, de una cierta equidad fundamental en todo lo que respira”.

A favor de un anarquismo contemplativo

Declara que “todo este movimiento secreto, en favor de un anarquismo contemplativo, no es un mero retorno a una vida de sensación en detrimento de una vida de acción”. Es una llamada a la conciencia, a existir, a apreciar “ese breve momento de Ser entre dos silencios impenetrables”.


"Y el que no puede vivir en comunidad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios" - Aristoteles

No seguir el camino que nos han puesto delante, no tener pareja, no basar nuestra felicidad en lo material, esa adicción a la superficialidad de las redes vacia y falsa, no vivir para trabajar, nos colocará siempre en una situacion de faltos de apoyos e incomprendidos, despreciados asi por la falta de consentimiento.

Las carencias del ser humano: No quiero sentirme solo, no puedo afrontarlo.

Krishnamurti decia que la preocupación por uno mismo es la mayor imagen que tenemos de la realidad, que hace que seamos seres humanos solitarios y aislados.

El resultado de vivir centrado en uno mismo es aumentar el aislamiento, la soledad, los temores, la dependencia de las cosas externas, la necesidad de practicar rituales, las obligaciones creadas artificialmente, las ataduras y todo el sufrimiento que todas estas cosas conllevan.
El ser humano desea ser amado, pero se aísla tanto físicamente como psicológicamente y así se vuelve neurótico, obsesivo, temeroso, infeliz.

El ser humano tiene que liberarse de todas las doctrinas, imagenes, porque las imágenes crean separación, dividen, aíslan, crean conflicto y no permite tener relación alguna ni tampoco ser libre.
Para eliminar las imágenes tengo que aprender a observar las cosas como son sin construir con ellas una imagen, estar alerta para ver lo que es aquí y ahora, sin comparar o juzgar, ni referirme al pasado.

SOBRE LA MUERTE, EL MIEDO A MORIR SOLO.

La muerte se ve de manera distinta dependiendo de la cultura. Hay quienes afirman que no le temen, y cuando se llega a la vejez la anhelan y la reciben con una sonrisa.

Si hay algo que inquieta a todo ser humano, aunque éste se niegue a aceptarlo, es lo que sucede cuando dejamos de respirar, pensar, sentir. Cuando nuestros órganos vitales dejan de funcionar y ya no hay actividad cerebral. La muerte es lo único certero que tenemos.

Nacimos para morir. Cada instante que pasa y cada respiro que tomamos nos acerca a la muerte. Cómo moriremos y cuándo será son preguntas fáciles de hacer pero imposibles de responder. Cada paso que tomamos en vida nos lleva a un camino que nos acerca a la muerte.

La muerte según la filosofía de 8 pensadores 0
Séneca, después de abrirse las venas, se mete en un baño y sus amigos, poseídos de dolor, juran odio a Nerón que decretó la muerte de su maestro

Søren Kierkegaard criticaba aquellas imágenes que mostraban la muerte como algo positivo, que utilizaban una luz para alumbrarla como si se tratara de algo bello; esa imagen que muchos han presentado como si se tratara de que el hombre cayera en un dulce sueño. Al igual que Kierkegaard, Sciacca también mostró su descontento ante la imagen que el hombre había creado de la muerte, lo que él llamo como “los disfraces de la muerte”.

El filósofo Michael de Montaigne retomó la frase de Cicerón para concluir que debíamos acostumbrarnos a la muerte. “Dice Cicerón que el filosofar no es otra cosa que prepararse para morir”, a esto añadió “Quitémosle lo raro, acerquémosla a nosotros, acostumbrémonos a ella, no tengamos nada tan a menudo en la cabeza como la muerte”.

Si analizamos la postura de los filósofos ante la muerte, podemos encontrarnos con argumentos encontrados; hay quienes la aceptan y otros que la ven como el peor mal. Lo que es una realidad es que no hay manera de evitarla y que en algún momento nos llegará a todos. ¿Vale la pena preocuparnos por ella? O como decía Epicuro, para qué preocuparse de la muerte si cuando el ser humano vive, ella no está presente; mientras que cuando ella llega, él ya no está.

El miedo que tenemos a despedirnos de la vida sin lograr nuestros propósitos, al fracaso, a la ignorancia de no saber ni el cuándo ni el cómo, al sufrimiento, al fin, es el que nos presenta únicamente cuando tenemos la muerte delante.

Me voy al mismo sitio de donde provengo.

No es solo se vive una vez, sino se vive todos los días y se muere solo una. La religión trata de darnos un consuelo para ese trágico momento que significa el cese de nuestra existencia, es su manera de dogmatizar y controlar la vida. Algunas pseudociencias, amparadas en la necesidad de creer en algo más, o de vender libros, nos muestras pruebas del todo refutables como hechos absolutos ignorados por la ciencia oficial, como si esta pudiera demostrar en el futuro la eternidad y la existencia del alma.

Pero solo nos queda resignarnos y especular -y no hay nada de malo en ello- porque: la medicina no va a hacernos inmortales, ni vamos a meter nuestros pensamientos en un ordenador que nos haga eterno y omnipresente, ni podemos aspirar a más inmortalidad que la que dejen nuestras acciones. El autoengaño ya dirige nuestras vidas; no basemos nuestra felicidad en realidades improbables, gastemos nuestra breve existencia en lo que más necesita nuestra especie para prosperar: El sentido común.

Para terminar este amplio articulo que he intentado resumir, expondré las últimas teorías que tanto ciencia como filosofía buscan a lo que nos sucede cuando morimos.


Teoría del multiverso: la muerte es sólo una ilusión

Así es como piensa Robert Lanza, médico y director del Advanced Cell Technology, quien sostiene que es la conciencia la que determina la vida y que estamos condicionados por lo que se nos menciona como verdad para la construcción de los patrones mentales. Para él, las dimensiones espacio-temporales son meras construcciones del cerebro, incluyendo la muerte. Asimismo da crédito a la existencia de los multiversos, por lo que no sólo la muerte no existe para este científico, sino que hay miles de vidas desperdigadas en infinitas posibilidades.

Solipsismo: sólo una persona existe


Los adeptos al solipsismo afirman que sólo existe una persona en el Universo y que ella imagina todo lo que ve y ocurre a su alrededor. Está muy apegada a la teoría anterior, en el sentido de que la mente es la que fabrica la realidad y la muerte mediante su conciencia. Cuando la persona muere, el universo entero deja de existir, pues su conciencia lo creó dando paso a otro estado: el del universo espacio-temporal del Más Allá. Con el nacimiento de otro individuo, formas diferentes de vida renacerían bajo su conciencia y su capacidad para crear otros universos con leyes diferentes y espacios propios
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Teoría del gran cerebro: serás expulsado tarde o temprano


Esta teoría afirma que el Universo es una especie de cerebro gigante y nosotros formamos parte de una parte infinitesimal de la estructura del mismo. Nuestra galaxia sería apenas una especie de mancha o conexión de la compleja composición de este sistema. Tal y como pasa con el cerebro humano, que a menudo desecha elementos inservibles, nuestra muerte sería algo similar a ello: el fin de nuestra conciencia significaría ser expulsado de ese gran cerebro y terminar nuestros días en una especie de limbo

Teoría de la Conciencia del Universo: la vuelta a los orígenes


Según los científicos Sir Roger Penrose y Stuart Hameroff, la conciencia proviene de actividades cuánticas desde dentro de las células cerebrales. Es decir, descargas de 20 vatios aproximadamente que nos permiten captar la realidad a través de nuestro cerebro y darle forma a lo que los científicos denominan como Conciencia Cósmica, la cual conecta a todas las formas de vida. Al morir, la conciencia de los seres humanos regresaría a esa Conciencia Cósmica con la posibilidad de regresar al mundo o quedarse de manera indefinida en ese gran universo.

Teoría del Déjà Vu: la vida se repite una y otra vez


Nuestra existencia sería como un disco que cuando llega a su final se repite una y otra vez. Nadie estaría consciente de esta repetición más que en los déjà vu que a veces se experimentan y que serían como un recordatorio de que la vida es un ciclo que lleva ocurriendo durante decenas o cientos o miles de años sin alterarse más que en pequeños detalles. En realidad no habría muerte; el Más Allá sería la vida misma con sus diferentes versiones de sí misma.

Teoría del sueño: todo lo que ves es la imaginación de tu cuerpo inanimado


Sí, tal vez en este momento estés en un estado de suspensión animada recostado en la camilla de un hospital, una nave espacial o un sitio que ni siquiera puedes imaginar. Todo lo que estás haciendo en este momento, en lo que tú llamas “realidad”, es un sueño y la muerte sería el despertar a tu verdadera conciencia. Tal vez tu verdadero aspecto, las personas que te rodean o el mundo en el que habitas no sea el de tus sueños. La misma teoría señala que tal vez cabe la posibilidad de que cada uno de nosotros sea el sueño de una conciencia superior que nos sueña de manera tan clara que ha sido capaz de crear nuestras vidas.

Puede resultar frustrante que todavía no se sepa qué ocurre en realidad cuando la vida termina y el cuerpo entra en el ciclo de la muerte. ¿Una nada absoluta o un estado de conciencia diferente donde seguimos aprendiendo para evolucionar cada vez más? Muchos filósofos han tejido teorías al respecto, pero la respuesta es simple: todas son simples conjeturas incapaces de explicar realmente qué ocurre cuando la vida llega a su fin. Ni siquiera los relatos, en apariencia reales, de personas que afirman haber visto lo que hay después de la muerte han podido esclarecer el más enigmático misterio de la raza humana.

Fuentes de documentación:

Filosofía de la soledad: del ascetismo ancestral al coetáneo, por Nicolás Boullosa.
La persecución del placer, El Despertar de la inteligencia (Vol.II), conferencias de J. Krishnamurti, Ed. Sirio, Barcelona, 2000.
Callaghan, Paul. (2004) La muerte y la esperanza. Ediciones palabra. Madrid, España.
5 teorías filosóficas que intentan explicar la vida después de la muerte, por Rodrigo Ayala Cárdenas.