sábado, 30 de abril de 2022

Populismo; emoción sin razón. Concepto



 El concepto de populismo es impreciso. Puede traducirse como llevar la política al pueblo y llevar el pueblo a la política. Muchas veces se postula como un fenómeno parasitario del a democracia representativa y que esta última constituye su verdadero y radical enemigo. Es un cierto estilo político o serie de tropos y figuras retóricas cuyo objetivo es la hostilidad contra los principios de la democracia representativa constitucional establecida, destruyendo el sistema de dominación establecido para sustituirlo por otro.

Como defensa demagógica de la antigua democracia directa, abre la puerta al quiebre de la democracia representativa. Adopta un lenguaje democrático con el fin de llegar a el pueblo o dirigido a las clases con las que pueda identificarse.

Populismo no es lo mismo que movimiento popular, como lo es Occupy Wall Street y Tea Party, en el que se cuestiona las instituciones representativas.  Estos movimientos carecen de liderazgo y de una organización tendiente a conquistar el poder político llegando al gobierno.

No hay que confundir (o tergiversar intencionadamente) un movimiento de protesta o critica con una concepción populista del poder del estado. El primero es congruente con la naturaleza diarquica de la democracia representativa: el sufragio otorga un poder dotado de autoridad, mientras que la opinión posee un poder indirecto de influir en las decisiones a través de una amplia red de discernimiento.

Su fuerza oculta descanso en la creencia en la supuesta pureza de los orígenes del gobierno popular y su adulteración por parte de la complejidad artificial de la civilización y sofisticada organización institucional del estado.  En USA el People´s party a fines del siglo XIX reclamaba que la nación se emancipase del “poder del dinero” en nombre de la propiedad y del trabajo (natural).

Interesa resaltar que el populismo, como movimiento positivo de oposición del pueblo a la élite americana, surgió dentro del marco ideológico de la república. Basados en la experiencia americana, algunos teóricos han propuesto diferenciar entre populismo “buenos” y “malos”.  Peter Worsley sostiene que populismo y elitismo son los dos polos extremos del continuo de la política. Margaret Canovan sugiere que veamos el populismo como una “política de fe”. El populismo parecería ser, según esto, un tipo de política más igualitaria o democrática que la obtenida mediante los procedimientos impuestos por el sistema autoritario representativos, los cuales son sus auténticos y directos adversarios.

También protesta contra los intelectuales la cultura letrada y los universitarios, contra la “basura” cosmopolita de los “ricos” en nombre del “sentido común del común de la gente” que vive de su trabajo y habita un reducido espacio en sus barrios o pequeños pueblos. Esto llevo a Laclay a declarar que el populismo es la expresión vivida del imaginario democrático, amén de ser una estrategia de fusionar los diversos reclamos, descontentos y demandas que los partidos políticos, por el contrario, fragmentan y filtran cuando ocupan el estado o colman con sus adeptos las instituciones.

No es azar que su núcleo soberano sea ”el pueblo” y no el ciudadano, según estos autores el populismo no es una versión más “rica” de la democracia, sino una más “pobre”. En países europeos la democracia surgió dentro de una sociedad de filósofos y dirigentes políticos (los intelectuales) que trataban sistemáticamente de detener el proceso de democratización o de someterlo a un estado burocrático y sociedad jerárquica, en el cual el consentimiento era preferiblemente impuesto desde arriba u orquestado. Sus efectos fueron devastadores: Napoleón fue el primer dirigente político que “fabricó” el consentimiento mediante la opinión pública, usar la propaganda y utilizar las masas en su favor, frente a la oposición de la prensa y la minoría letrada, y a su proyecto de reconciliación con la iglesia católica.

Napoleón solivianto los sentimientos populares contrarios a la élite y condenó a los intelectuales como ideólogos y doctrinarios. Su estrategia demagógica ha sido un fenómeno recurrente en europa. Mussolini explotó la penuria económicas de las clases medias luego de la primera guerra mundial y creó un régimen populista que repudiaba el pluralismo y reprimia a los opositores, igual que Hitler y otros fascistas anteriores y actuales, por todo el globo capitalista, ya sea con dogmas izquierdistas o fantasias nacionalistas. La liga del norte y la política cesarista de Silvio Berlusconi, fueron algunos ejemplos que seguían esta línea. Dueños de los medios de comunicación –o desisformación- y haciendo uso sistemático de la propaganda, generan pensamiento uniforme con en que controlar la opinión pública. Los neopopulistas explotan la doxa hasta convertirla en una creación suya más que de los propios ciudadanos.

El populismo europeo ha seguido o perseguido siempre políticas ultraderechistas, que no ha cumplido sus promesas o que se basan en tergiversarlas.  Recientemente, nuevos populismo desde el ámbito de la izquierda han surgido, pero estos, a diferencia de aquellos, han sido rápidamente censurados, difamados y silenciados por el poder establecido capitalista. En general, el populismo es un síntoma de una enfermedad de la sociedad que descubre la farsa de la democracia representativa y la economía consumista suicida explotadora capitalista.

Así pues, el populismo es con respecto a la democracia representativa lo que la demagogia a la democracia directa: es interna y parasitaria de ella. No es un movimiento revolucionario, no le concede la soberanía al pueblo, sino que interviene cuando dicha soberanía existe y sus valores y reglas están establecidos. Dicho de otro modo: el populismo no crea democracia.

Sus principales características son: a) exaltación de la soberanía del pueblo; b) apelación a la legitimidad de las demandas de las mayorías frente a las minorías, ya sean políticas, religiosas, lingüísticas, de género, culturales, etnia o cualquier otro tipo de discriminación; c) un “nosotros” contra “ellos”; d) un carácter sagrado de unidad y homogeneidad del pueblo frente a cualquiera de sus partes.

El populismo es inconcebible sin el culto a la personalidad, y valora más la polarización que el pluralismo. Claude Lefort anticipó el riesgo populista que implicaba el gobierno de la opinión. Determina quienes componen el pueblo, genera una concentración de poder. El objetivo del populismo es vaciar un espacio de poder para volver a ocuparlo, su destino es por ende, el cesarismo.

El populismo no se puede definir entonces ni como democrático ni como antidemocrático, pues se basa en elementos que le relaciona con ambas posiciones. Mientras que para unos es la corrupción de la democracia que nos llena de falsas promesas, para otros es también la capacidad de cuestionar la corrupción en el poder de las instituciones estatales, y un mecanismo de hacerse oír y formular demandas. Es para las nuevas élites un mecanismo de alcanzar el poder rápidamente, sin tener que para por las manipuladas y sistemáticas confrontaciones electorales. En la estrategia populista de conseguir el poder, el pueblo desempeña el papel de un instrumento de apoyo, como lo era la plebe en los años de la decadencia de la republica romana. La lógica oculta en su retórica dirigida a las masas es que una élite logre finalmente imponer su férrea autoridad.

Historia del Populismo: https://es.wikipedia.org/wiki/Populismo